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Repensando los viajes de los mayores de 65 años.

¿Aprovecharán los destinos turísticos la oportunidad de construir espacios más favorables para estos turistas?…

Una sociedad longeva

La longevidad creciente de la población mundial es un hecho indiscutible. La caída de las tasas de natalidad y el aumento significativo de la esperanza de vida, son factores que explican este fenómeno. El envejecimiento puede considerarse una de las grandes transformaciones sociales de nuestro siglo.  El reto que nos plantea es cómo adaptarse a este enorme cambio y cómo promover un envejecimiento saludable que permita, entre otras cosas, continuar haciendo las cosas que cada persona valora.

Uno de cada once ciudadanos del mundo tiene hoy tiene 65 años o más. En 2050 esa edad la tendrán 1 de cada 6 ciudadanos[1]. Las personas mayores ya representan más de 1/5 parte de la población en 17 países, porcentajes que van a ir creciendo y extendiéndose geográficamente hacia tasas entre el 20% y el 30% de la población en horizontes no tan lejanos.

Los procesos que se están produciendo en países como Brasil, China, India o Corea del Sur, obligan a un análisis profundo de sus implicaciones, que afectan a disciplinas como la economía, salud, psicología, o a los sistemas de protección social.

España vive igualmente un proceso de envejecimiento[2]. A finales de 2019 se contabilizaban 9.057.193 personas con 65 años o más, lo que representa el 19,1% de la población española, ligeramente por debajo de la media europea (20,3%). La esperanza de vida de los ciudadanos españoles está entre las más altas de la OCDE, y territorialmente las CC.AA. más envejecidas son las del Cantábrico, Castilla y León y Aragón.

Una población especialmente castigada por la pandemia

Las personas mayores han sido un grupo demográfico de especial riesgo y vulnerabilidad y cruelmente afectado por la pandemia COVID-19. Esta circunstancia ha roto abruptamente el bienestar, la confianza y la tranquilidad que muchos mayores tenían depositada en la dulzura de la vida y en  los sistemas de salud y sus beneficios para poder disfrutar de una vida más larga y saludable en los años posteriores a los del cese de su actividad laboral. El temor y la preocupación ha crecido dentro de este grupo de población. La ruptura o suspensión de relaciones provocadas por el distanciamiento social nos interroga sobre las consecuencias que tendrá este tiempo tan aciago en los modos de vida y comportamientos venideros de los mayores,  incertidumbre que se extiende a sus intenciones de viajar.

Tras la traumática experiencia de la pandemia, e incluso tras el uso extendido de la vacuna, vendrán nuevas formas de vivir y, por tanto, nuevas formas de viajar. Y esto creemos que afectará especialmente a este colectivo heterogéneo (condiciones socioeconómicas, de salud, familiares, psicológicas, etc.). Es cierto, a su vez,  que este segmento presenta elementos específicos comunes: como un mayor tiempo disponible, disminución de condiciones físicas y cognitivas, cierta sensación de desamparo e incapacidad,  y necesidad de mayor atención socio-sanitaria. Estas circunstancias constituyen barreras indudables que afectan a su comportamiento turístico.

Los reajustes a la baja previstos en los sistemas públicos de pensiones en Europa producirán en décadas venideras procesos de precarización, con pensiones de menor cuantía y, con ello, menores recursos disponibles para el ocio.

Siendo el turismo una actividad discrecional, lo cierto es que cada vez está más presente a la hora de organizar los recursos financieros de los hogares. Es significativo que el gasto de los españoles mayores de 65 años en el capítulo”Ocio, hoteles y restauración”, se haya estimado en un 12% -algo más bajo que para la población en general- pero no ha experimentado apenas variación. Incidiendo en esta misma perspectiva, mientras que más del 53% de los europeos de 15  a 64 años que no hicieron viajes turísticos mencionaron razones financieras para ello, solo uno de cada 3 personas mayores de 65 años citaron consideraciones financieras como una de las razones para no viajar.

El turismo, en la medida de que satisface el mantenimiento de la movilidad y favorece nuevas relaciones sociales, está entre las actividades que refuerzan el bienestar y la capacidad funcional de las personas. Los estereotipos sobre la pasividad de los jubilados van desprendiéndose paulatinamente. La persecución de un estilo de vida más activo que las generaciones anteriores ayuda a redefinir conceptos tradicionales, como los de jubilación y trabajo.

El interés por viajar sigue estando en el corazón de muchas personas mayores, quienes  observan la jubilación como una oportunidad para un nuevo comienzo, para redescubrirse y experimentar actividades viajeras antes de que lleguen circunstancias que las hagan imposible.

Probablemente los beneficios del bienestar percibidos por la actividad turística consoliden el gasto hacia  consumos que hasta hace no tanto tiempo no se consideraban necesarios ni inmediatos. Con todas las correcciones y adaptaciones que vendrán, este segmento seguirá conformando una fuerza potencial turística formidable.

El comportamiento turístico de los mayores  antes de la COVID-19

Según Eurostat (2018), los turistas de 65 años o más representaban 1 de cada 4 pernoctaciones de los residentes de la UE. Es cierto que un alto 51% no participó en actividad turística alguna, la mitad de ellos por cuestiones de salud.

Hacían viajes más largos, dentro de su país, y se alojaban en establecimientos no alquilados, como segundas residencias. Las ventajas de estas estancias más largas era maximizar la calidad de vida accediendo a otras condiciones climáticas, otros entornos naturales y humanos.

Viajaban en temporadas medias. En España más en los trimestres 2º y 4º, con lo que ya estaban ampliando las temporadas altas de turismo.  Gastaban menos en promedio, pero durante viajes largos y nacionales o al extranjero el gasto medio de los mayores de 65 años era superior al gasto diario de las personas de 15 a 64 años para viajes comparables.

A la hora de elegir destino, los criterios seguidos por las personas mayores eran muy diversos, destacando básicamente el destino, las personas, el coste y la accesibilidad.

Cabría resumir que las actividades sociales, las distancias recorridas, el presupuesto financiero y la satisfacción con el viaje realizado no difería sustancialmente a medida que aumentaba la edad de los viajeros.

¿Recuperarán los viajeros  mayores, con la misma fuerza, sus aspiraciones y sueños viajeros?

La pandemia ha transformado nuestras prioridades. Vivimos un tiempo de presente contínuo, como si no hubiera un mañana, y no sabemos bien cómo van a cambiar nuestras vidas y nuestros viajes, pero auguramos que serán diferentes. La fatiga y agotamiento psicológicos ante la pérdida de un año entero de nuestras vidas se advierte en todos los segmentos demográficos, ¿Recuperarán los viajeros  mayores, con la misma fuerza, sus aspiraciones y sueños viajeros?, ¿Serán iguales sus viajes, incluso con la vacuna generalizada?….

Una de las consecuencias probables es que, pese a ser un segmento demográfico que accederá antes a las vacunas, reflejará una mayor precaución a la hora de tomar decisiones de viaje. Viajarán más cerca, más por carretera, y volverán a pensar en regresar al campo y a entornos más limpios con menores concentraciones humanas. Así mismo, uno de los factores relevantes a considerar será el de la salud y la seguridad  y,  por tanto, valorarán tanto las tasas de infección del virus como el grado de vacunación en cada destino. Las áreas rurales, que  tienen mucho que ofrecerles en términos de hospitalidad y buena vecindad y en la participación en actividades sociales, deberán disponer de  atención sanitaria de calidad y general, si desean potenciar su atractivo para nuevos visitantes y residentes mayores.

Este segmento recibe en España atención específica del Imserso y desde 1985 se benefician de sus programas casi un millón de jubilados cada temporada. Las concepciones cristalizadas en décadas recientes a propósito de que los mayores  viajaban por vez primera en sus vidas tras la jubilación gracias al impulso de dichos programas de turismo social, han quedado hoy muy difuminadas.

Hoy cada vez más personas mayores acreditan su condición de viajeros experimentados, en contraste con sus padres y abuelos. Por eso sus exigencias viajeras hacia las ofertas para este mercado son más elevadas.

No parece que, a corto plazo, este segmento pueda verse con una luz tan favorable como antes de la crisis sanitaria. Por ello,  debiera ser objeto de mayores estímulos público-privados para alcanzar una velocidad de crucero en el reinicio de sus viajes.

El reto para el conjunto de actores de los destinos turísticos es tener capacidad para construir espacios más favorables para ellos  y formular ofertas adecuadas para sus necesidades actuales.

La adaptación de los establecimientos dista mucho, cuantitativa y cualitativamente, de estándares que permitan reducir su percepción de vulnerabilidad y, con ello,  una mejor satisfacción en sus experiencias. La oferta de alojamiento debe ser más amigable con los turistas mayores. Los restaurantes locales conseguirán lealtad si generan confianza y seguridad por sus estándares de limpieza e higiene.  

Pero el proceso de transformación y adaptación de los destinos debe ser estratégico e integral, alcanzando a múltiples actuaciones no necesariamente de costes elevados, (p.e., información, oferta gastronómica, servicios médicos accesibles, aparcamientos aptos, actividad física, bibliotecas, servicios sociales, transporte, servicios de autobuses, servicios de reparaciones menores, hoteles adaptados, restaurantes amigables, etc.).

Estamos ante un nuevo horizonte para el turismo de los mayores. No olvidamos que este turismo ofrece rendimientos económicos, pero sus beneficios socio-sanitarios aportan verdadero valor público. Las políticas de cuidado y atención a los mayores son profundamente igualitarias y solidarias. Tengámoslo muy en en cuenta a la hora de formular proyectos en el actual proceso de transformación digital, social y ambiental de nuestros destinos.

La formulación de una “Estrategia nacional para el turismo de las personas mayores”, que potencie entornos y destinos turísticos amigables con ellos, donde puedan vivir sus vidas con el mayor potencial, significa desarrollar y dar mayor profundidad al concepto de envejecimiento saludable al que apuntan los objetivos ODS. Hagámoslo posible entre todos.


[1] World Population Ageing 2019. Higlights. Rethinking population ageing in the SGD era. UN.

[2] Informe Envejecimiento en Red. Un perfil de las personas mayores en España 2020. CSIC.

Javier Blanco