Hoy, las visitas turísticas reúnen una carga de apariencia o representación social indudable. La visita a determinados lugares o destinos otorga a quienes la efectúan un presunto estatus social que muchos turistas persiguen, para lo cual deben reflejar públicamente cada instantánea, en numerosos casos en primer plano personal. Es en esta fase del proceso donde los medios digitales y sociales cumplen el papel esperado para cerrar adecuadamente el círculo del propósito social. Es la inercia de la inmediatez y su fatigosa amplificación digital. Quizás, una apariencia de plena libertad asociada a una movilidad casi sin límites. Estas representaciones sociales son parte de nuestra forma de generar autoestima y, para ello, siempre se elige compartir el lado bueno y placentero de la vida, de cada historia, de cada experiencia vivida.
Esta ubicua cultura selfie tiene –como decíamos- mucho que ver con acreditar la experiencia ante los demás. No importa si las fotos se las hace uno en la Piazza de la Rotonda de Roma sin que se le ocurra tener el interés en conocer el interior del Panteón, el edificio mejor conservado de la antigua Roma. El objetivo de estos fotógrafos-viajeros compulsivos se logra sobradamente con innumerables selfies y haciendo fotos a los músicos callejeros o a quienes venden recuerdos por dicha plaza.
Los selfies en vacaciones no tienen límite cuantitativo temporal o espacial alguno. Se pueden producir tanto en el museo de Orsay en Paris, ante obras consagradas de Renoir, Degas o Manet, como en campos de concentración, como el de Auschwitz sonriendo frente a los hornos crematorios o en Berlin en poses divertidas en el monumento del Holocausto 1
Ausencia de respeto y de sensibilidad que acto seguido se proyecta ante los demás sin pudor. Siendo cierto que las películas, videos, diapositivas y fotos analógicas o digitales han sido soportes instrumentales de los viajes, el enorme crecimiento global del número de viajeros en la última década, unido a unos medios sociales y digitales que forman parte inescindible del equipaje habitual de los viajeros, ha producido una difusión inmediata a grandes audiencias potenciales logrando impactos que, con los soportes tradicionales parecían imposibles.
Con ello, especialmente los viajeros más jóvenes, de entre 25 y 34 años, como principales usuarios de las redes sociales, si que pueden adoptar con mayores probabilidades estas referencias visuales de los medios sociales para tomar sus decisiones a la hora de elegir un destino o una actividad en su tiempo de ocio. Lo que antecede no excluye que también los gestores de los destinos analicen y encuentren oportunidades promocionales eficaces contando narrativas sobre determinados lugares, usando adecuadamente dichos medios sociales y digitales.
- Leíamos que, dentro de esta fiebre incontenible, los turistas preferían hacerse fotos frente a un falso horizonte que emulaba el “skyline” real del puerto de Hong Kong, ya que la instantánea impresa era mucho más luminosa y no parecía afectada por la polución que asolaba el enclave https://smoda.elpais.com/placeres/9-veces-turismo-masivo-nos-hizo-perder-fe-humanidad/ 9 veces que el turismo masivo nos hizo perder la fe en la humanidad. El PAIS,S.Moda. 17 agosto, 2018. ↩